La mayoría de las cofradías buscan su esencia en el recogimiento y las apreturas de muros y balcones, La Paz no, la Paz es más plena cuando sale a la Puerta de Jerez soñando ya la amplitud de las avenidas de su Parque. Victoria de Cristo que mira a un cielo que va tiñendo los últimos celestes de la tarde en lilas propios de las primeras horas de la noche de Sevilla. Las jugadas del calendario marcarán tardía la anochecida a la cofradía, pero la memoria, invariablemente, querrá ver morir la tarde y sus luces en la bajada de San Gregorio.
La cofradía se rompe, las muchas horas en la calle, siempre la rompieron allí, cuando el corazón de Sevilla despide a La Paz y la hermandad se encuentra a solas con su gente, después llegará la última multitud en el Parque, pero hasta entonces iremos casi a solas, el Seminario (siempre será conocido así en El Porvenir) y el foso de la Universidad nos acogerán destartalados para que los nazarenos recuperen fuerzas y la cofradía se recomponga de las emociones. La vereda de adoquines nos llevará hasta la entrada en nuestra gloría particular, el parque de María Luisa, el Parque a secas, nuestro Parque. El parque en el hemos jugado de niños, en el que hemos corrido detrás de las palomas, en el que nos hemos refugiado en las escapadas del colegio, el parque en el que hemos reconocido la verdad imprecisa de los primeros amores, el parque... en el que nos hemos sentido padres al llevar a nuestros hijos a revivir nuestra propia historia. Ese mismo parque nos ha visto crecer como nazarenos, en él hemos ido ganando tramos en el cuadrante de la cofradía, viendo cada vez más cerca los pasos, en sus calles hemos paseado la ilusión de una mañana estrenada de Domingo de Ramos y en él hemos arrastrado nuestro cansancio de vuelta. La Paz se siente allí acogida, es como si ya estuviera en casa, es la frontera que delimita el barrio de El Porvenir; pero forma parte de este. La noche se hace cálida, alumbrada por los brillos anaranjados de los cirios que dejan su estela pastosa de cera sobre el suelo. El envés de las hojas altas de los árboles devuelve el reflejo empobrecido de la luz que les llega, mientras la cofradía avanza, se oirán, saetas y clarines llorosos. Las filas de nazarenos se comprimirán involuntariamente queriendo estar más cerca Ellos.
La cofradía se rompe, las muchas horas en la calle, siempre la rompieron allí, cuando el corazón de Sevilla despide a La Paz y la hermandad se encuentra a solas con su gente, después llegará la última multitud en el Parque, pero hasta entonces iremos casi a solas, el Seminario (siempre será conocido así en El Porvenir) y el foso de la Universidad nos acogerán destartalados para que los nazarenos recuperen fuerzas y la cofradía se recomponga de las emociones. La vereda de adoquines nos llevará hasta la entrada en nuestra gloría particular, el parque de María Luisa, el Parque a secas, nuestro Parque. El parque en el hemos jugado de niños, en el que hemos corrido detrás de las palomas, en el que nos hemos refugiado en las escapadas del colegio, el parque en el que hemos reconocido la verdad imprecisa de los primeros amores, el parque... en el que nos hemos sentido padres al llevar a nuestros hijos a revivir nuestra propia historia. Ese mismo parque nos ha visto crecer como nazarenos, en él hemos ido ganando tramos en el cuadrante de la cofradía, viendo cada vez más cerca los pasos, en sus calles hemos paseado la ilusión de una mañana estrenada de Domingo de Ramos y en él hemos arrastrado nuestro cansancio de vuelta. La Paz se siente allí acogida, es como si ya estuviera en casa, es la frontera que delimita el barrio de El Porvenir; pero forma parte de este. La noche se hace cálida, alumbrada por los brillos anaranjados de los cirios que dejan su estela pastosa de cera sobre el suelo. El envés de las hojas altas de los árboles devuelve el reflejo empobrecido de la luz que les llega, mientras la cofradía avanza, se oirán, saetas y clarines llorosos. Las filas de nazarenos se comprimirán involuntariamente queriendo estar más cerca Ellos.
Este año será distinto, la negritud de la noche se hará aún más intensa cuando dejemos la media luna entre dos torres para buscar a las tres enamoradas del Parque. Nunca pasamos por allí, y desde allí hasta reencontrarnos con la piel rojiza de la Torre Sur los árboles conformaran una cerrada bóveda que será atravesada por la médula blanca que antecede a la cueva de luz y plata que cobija a La Paz. Nos espera un Domingo de Ramos distinto e inolvidable, porque si La Paz es una cofradía plena en el Parque este año lo será más. Merecerá la pena conocerlo.
4 comentarios:
Suerte, pese a todo. Que tengas una buena estación de penitencia.
Claro que sí Dama. Gracias y que disfrutes por San Juan de la Palma
Lo único que me frena para ir a buscarla por aquellos lares -aparte del dolor de pies que ya tendré a esa hora- es cambiar el Parque por Mañara, Contratación, San Gregorio... Qué vuelta más hermosa la de tu paso de Cristo, mirando en la lejanía el arquillo de la avenida y con la muralla del Alcázar como telón de fondo...
Que tengas una buena estación si no te veo el sábado noche cuando me acerque a la puesta de flores.
Bellísimo texto por cierto
precisamente hoy he visto las obras y la nueva cancela que cierra el parque a la altura de la torre norte... y me preguntaba qué iba a hacer la Paz este año...
será una senda tenebrosa y muy hermosa...
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