Que título más raro ¿verdad?. La calle es la calle Porvenir, la que cruza el barrio desde la antigua vía del tren hasta el Parque.
La casa es un bloque de viviendas humildes, del año 39, del arquitecto cántabro José Manuel Bringas. En él hay toda una memoria del comercio del barrio: la pescadería de Manolo Reina; el taller del sobrino de Luis, Dopla; la antigua zapatería donde trabajaba aquel zapatero tan serio del zapato con alza, con el mandil de cuero y su bigote; la también desaparecida quincalla de Rosarito, donde vendía de todo, lo que se dice de todo; y la Farmacia de la esquina de la calle exposición, que fue de Eloisa y antes lo había sido de su padre, pero ahí no llego, y que ahora es de Enrique.
Una persona, de esas que han vivido toda la historía del barrio, de las que todo el mundo conoce por su nombre, porque casi que estaba allí antes de que pusieran las primeras piedras. Vínculado a la Paz desde los primeros años; cuando, como él contaba, los pasos llegaban a la iglesia el sábado por la noche y se montaban hasta la mañana del Domingo de Ramos, con el tiempo justo para cambiarse y volver con los primeros nazarenos saliendo a la calle. Con un sólo dígito en la nómina de hermanos y que hasta hace poco vistió la túnica blanca con botones azules.
Un día, el 24 de enero, festividad de la Virgen de la Paz, el día que dijimos adios para siempre a Pepe Córdoba. Su Virgen no estaba en el altar, estaba de besamanos en el suelo, a su lado.