Manolo Robles en el paso junto a la Virgen de la Paz una noche de Sábado de Pasión, rematando los últimos detalles. (Agradecer la fotografía que me envió Santiago Prado)
Paso de la Virgen de la Paz por la calle Montevideo, en los primeros años la hermandad no pasaba por la calle Brasil porque no existía la entrada al Parque junto al colegio España y debía rodearlo por la Borbolla y la Avda. de Portugal.
De niño veía como al acercarse la Semana Santa, en el barrio, en el colegio,... tomaba el protagonismo una hermandad joven que desde allí donde vivíamos, lejos del centro, emprendía camino la primera, desde bien temprano, hacia la catedral. Se esperaba ansiosamente el día grande, el Domingo de Ramos.
En las primeras horas de la tarde, desde las ventanas de mi casa veía como de los portales iban saliendo nazarenos que se ajustaban su capirotes blancos, mientras sus túnicas chillaban al reflejo del sol del mediodía. Bajábamos pronto a la calle y allí me cruzaba con amigos y compañeros de clase que iban camino de San Sebastián. Eso de ser los primeros nazarenos debía ser muy especial.
Un año, sin apenas esperarlo, me vi subido en la mesetilla de la escalera metálica por la que se subía a la azotea de la casa-Hermandad de la Paz, mientras me probaban una túnica arrugada. Yo sería uno de ellos. En una sala que me infundía un tremendo respeto, unos señores, a los que más tarde conocería y apreciaría, tomaban nota y mecanografiaban en una vieja maquina de escribir (donde años después yo mismo lo haría) las papeletas de sitio. Una varita dio para que imaginara como sería aquella mañana jugando en mi casa con ella un día tras otro. Así pasaron los noches hasta que amaneció el día esperado, desde luego no fue como ese niño hubiera deseado, ya que el de 1979 no fue el mejor Domingo de Ramos, pero eso es lo de menos. Yo me sentí por vez primera uno de ellos. Un nazareno de la Paz.
El señor de la fotografía es tal vez el principal responsable de esta historia. Él, Manolo Robles, junto a unos pocos jóvenes algunos de los cuales serían esos nazarenos de la fotografía, fundó mi hermandad y fue su alma mater durante años y la hermandad su vida hasta que esta tocó a su fin. Junto a Ella estuvo mientras pudo y junto a Ella estará ilusionado viendo pasar los días esperando un nuevo Domingo de Ramos. Quedan cuatro semanas.
En las primeras horas de la tarde, desde las ventanas de mi casa veía como de los portales iban saliendo nazarenos que se ajustaban su capirotes blancos, mientras sus túnicas chillaban al reflejo del sol del mediodía. Bajábamos pronto a la calle y allí me cruzaba con amigos y compañeros de clase que iban camino de San Sebastián. Eso de ser los primeros nazarenos debía ser muy especial.
Un año, sin apenas esperarlo, me vi subido en la mesetilla de la escalera metálica por la que se subía a la azotea de la casa-Hermandad de la Paz, mientras me probaban una túnica arrugada. Yo sería uno de ellos. En una sala que me infundía un tremendo respeto, unos señores, a los que más tarde conocería y apreciaría, tomaban nota y mecanografiaban en una vieja maquina de escribir (donde años después yo mismo lo haría) las papeletas de sitio. Una varita dio para que imaginara como sería aquella mañana jugando en mi casa con ella un día tras otro. Así pasaron los noches hasta que amaneció el día esperado, desde luego no fue como ese niño hubiera deseado, ya que el de 1979 no fue el mejor Domingo de Ramos, pero eso es lo de menos. Yo me sentí por vez primera uno de ellos. Un nazareno de la Paz.
El señor de la fotografía es tal vez el principal responsable de esta historia. Él, Manolo Robles, junto a unos pocos jóvenes algunos de los cuales serían esos nazarenos de la fotografía, fundó mi hermandad y fue su alma mater durante años y la hermandad su vida hasta que esta tocó a su fin. Junto a Ella estuvo mientras pudo y junto a Ella estará ilusionado viendo pasar los días esperando un nuevo Domingo de Ramos. Quedan cuatro semanas.
2 comentarios:
Seguro que estará viéndolo. No se olvida la primera vez que uno sale de nazareno.
Ya queda menos. Esto corre más que el año pasado... ¿o me estaré haciendo viejo?.
Un abrazo.
Pues mira que el año pasado corrió la cosa, que a estas alturas ya habíamos escuchado a Burgos en el Maestranza.
Y recuerda siempre que lo malo no es hacerse viejo, si no no hacerse.
Vaya de vuelta ese abrazo.
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