martes, marzo 27, 2007

Sexta semana de Cuaresma. Gracias Enrique.

Después de tantos pregones, no me atrevería a decir cómo es un pregón. Enrique Esquivias repitió hasta la saciedad que su pregón sería "su pregón". Y lo fue.
Tan sólo Antonio Murciano (que yo recuerde) se había detenido y recreado con nuestro Cristo, Enrique fue su costalero y esos recuerdos dieron pie a sus palabras, uno de los pasajes más bellos del pregón.
Antonio Garmendia dijo que un pregón que no hace llorar ni es pregón ni es ná. Este fue Pregón.

¡Yo he sido Legionario del Porvenir! Esta frase, que os pueda parecer extraña y casi estrambótica a muchos de vosotros, es la forma cariñosa que tenía un capataz de llamar a sus costaleros, de aquella cuadrilla de la que formé parte mis años universitarios y no olvidaré nunca. La habíamos empezado a formar al socaire de las primeras cuadrillas de hermanos. Éramos los costaleros del Señor de la Victoria y de Su Madre, La Virgen Blanca. El primer año no pudimos salir, toda nuestra ilusión, todos los lunes de un año entero ensayando, se quedaron encerrados en una chicotá interminable, entre las paredes de la parroquia de San Sebastián, mientras el Cielo se ensañaba groseramente con aquel Domingo de Ramos. Pero sí lo hicimos los años siguientes. Teníamos el privilegio de ser los primeros en levantar un paso en Sevilla y con nuestro Señor de la Victoria y Sus nazarenos blancos entrábamos en el parque para provocar una hermosa nevada de primavera. Llegábamos al Centro por el Arenal, a través del postigo que vigila, desde su Garita de Gloria, la más Pura de las Centinelas. Tras cruzar y dejar atrás la Carrera Oficial, salíamos de la Catedral y a la hora en que la mayoría de Hermandades iniciaban su estación, nosotros ya íbamos de vuelta. La caída de la noche solía coincidir con el regreso por el parque, pero era muy distinto a la ida, ya no había globos, ni garrapiñadas, ni carritos de niño. La luz y el colorido de la mañana habían dado paso a una uniformidad oscura en la que se confundían, desde el verde de la arboleda hasta el blanco de las túnicas, uniformidad tan sólo rota por la candelería del paso y el azul crepuscular de la rendición del día, donde aun se recortaban las torres de la Plaza de España. Al llegar al final, mientras la cofradía se recreaba, antes de entrar definitivamente en su barrio, siempre me venía a la memoria el pasaje del Evangelio del Monte Tabor: Señor de La Victoria, que a gusto estamos aquí, haremos una cabaña para Ti y otra para nosotros y nos quedaremos para siempre en las calles de una ciudad que hicieron para que cada año vuelva a nacer contigo otro Domingo de Ramos.
Ese año de lluvia que relata el pregonero fue el primer año que yo iba a salir en mi Hermandad.

10 comentarios:

Patero dijo...

Ya está aquí...



http://hermanosdesevilla.blogspot.com

eres_mi_cruz dijo...

Nevada de primavera

Reyes dijo...

Ya te queda menos.

del porvenir dijo...

Ya queda menos, nos queda menos

el aguaó dijo...

Le aseguro que cuando escuché este fragmento, una de las personas que me vino a la mente fue usted.

Ya no falta nada, ya está aquí. Podemos considerar que las vísperas se han consumido, o al menos, tan solo queda la base de ellas, a la que se pega un gran 'moco' de cera que ha ardido durante cuarenta días.

Saludos.

Enrique Henares dijo...

Un pregón honesto y sincero de alguien que, como usted, tuvo el privilegio de abrir la semana de los sueños.

Les Corts dijo...

Estimado amigo:

Simplemente me gustaria desearte una muy buena estación de penitencia.

Un abrazo

PS: Confío en vosotros, porque me temo que tal y como está el tiempo, muchos haremos lo que haga la Paz.

Reyes dijo...

¿Como está su casa de perchas con túnicas?

del porvenir dijo...

La má de bien, digamos que "mu completita"

el aguaó dijo...

Querido Del Porvenir, espero que pase una Feliz Semana Santa 2007, que el cielo nos respete a todos y que podamos disfrutar de nuestras respectivas estaciones de penitencia.

Un fuerte abrazo.